El 24 de Marzo es mucho más que la conmemoración del día en que una dictadura cívico-miliar le arrebató a la democracia las instituciones civiles, la agenda económica y los poderes estatales elegidos por el voto popular. Es el día de la memoria por la verdad y la justicia. Es el ejercicio de la comprensión de una época reciente que caló hondo en nuestra sociedad cuyas heridas todavía siguen abiertas. Es el recuerdo de una sucesión de eventos donde el dolor fue convertido en paciencia y esperanza. Es la búsqueda incansable de la justicia largamente negada.
La sociedad argentina se mantuvo perpleja durante los siete años de dictadura pero supo despertarse a tiempo al conocer el horror y el vil propósito que puso en marcha la maquinaria estatal en una de las épocas más oscuras de la historia nacional.
Se necesitó un auténtico cambio de la política para remediar el dolor causado al pueblo argentino. Para que surja la esperanza de reunirse con la necesitada verdad. Para romper las cadenas de injusticia y opresión. Para permitir que esas heridas que no cierran puedan tener un alivio que reconforte. Para que se continúe con la política de derechos humanos de Memoria, Verdad y Justicia, reconocida y valorada mundialmente, que hoy nos honra. Para que este día, sea un llamado a la reflexión humana, a la paz de los sentimientos y a la memoria de nuestro pueblo.
No es necesario demostrar cómo incide el cuerpo sobre el espíritu y viceversa. Como la salud ya no cura enfermedades sino que se concibe para el tratamiento de enfermos, cada uno con su historia individual, única y maravillosa, orgánica y psíquica. Bruno Levi, el notable escritor italiano sobreviviente de Auschwitz, acabó suicidándose muchos años después de su liberación.
Las palabras se apropian de un lado y de otro al igual que todos los íconos de un lado y de otro. Revolución, Proceso, Cambio, Roca, Evita pasan a ser objetos de consumo, de publicistas sin ética y peor de transacción económica, de dinero nada menos, mientras que el Che Guevara se confunde en remeras de pibes que desconocen quién fue, qué hizo para bien o para mal,
Giorgio Agamben, filósofo irracionalista, escribió acerca de la vita nuda (la vida desnuda) y sostuvo que toda la racionalidad del Iluminismo y de la Revolución Francesa había terminado en los Campos de Concentración del Nazismo, en la Shoah.
Testarudos como somos y a fin de evitar ese olvido y la tergiversación de la historia es que agregamos algunos testimonios para mantener la presencia de los que nos pasó a nosotros como pueblo y recordar para que no se repita Nunca Más (dos palabras a las que no debemos dejarles jamás perder su sentido a las nuevas generaciones de cualquier signo que fueran para que crezcan en el Amor y en la Solidaridad entre hermanos y Nunca más dejar que se vuelvan a escuchar las últimas palabras del protagonista de El corazón de las tinieblas, la célebre novela de Joseph Conrad que llevara al cine en una gran adaptación Francis Ford Coppola y que recuerdan mejor que ningunas a la dictadura: ¡El horror, el horror!