Sieranevada (2016)
Por Rubén Cusati
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Ficha técnica
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Sinopsis
Premios
- 2016: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes a concurso
- 2016: Festival Internacional de Chicago: mejor película
Trailer:
Éste es el filme rumano que la crítica daba por sentado ganaría la Palma de Oro por encima de Yo, Daniel Blake. Por cierto que explora nuevos caminos en la expresión cinematográfica a diferencia de la película de Loach que pisa sobre seguro. Sostenemos, empero, que coincidimos con el premio otorgado por el Jurado sin óbice de reconocer la calidad del tercer filme de Cristi Puiu haciendo hincapié en su modernidad y desafíos: dura casi tres horas, utiliza el mismo interior a lo largo del filme, un estrecho departamento de una familia de clase media rumana, filmado en planos secuencia desde el mismo punto de vista fijo con panorámicas hacia uno y otro lado.
Puiu saltó a la fama con la excelente La muerte del señor Lazaresku y luego con Aurora en la que un hombre común, un operario, se convierte en asesino y forma parte de la nueva ola rumana junto a Cristian Mungiu (en el mismo festival logró el premio a la mejor dirección por Graduación), Corneliu Porumboiu y Radu Jude entre otros. Puiu niega pertenecer a ese rótulo porque aduce que nada tienen en común ni en lo formal ni en los contenidos esos realizadores. Algo parecido ocurrió con el Boom de la novela latinoamericana en los ´60, concepto que luego fuera revisado pues constituyó en realidad una campaña publicitaria de los editores, si bien apoyada en la gran calidad de los escritores. Tanto en un caso como en el otro, sin embargo, esos rótulos parten de una camada de artistas que se destacan del resto.
En este filme los personajes son muchos, más de quince, toda la familia más vecinos, y sin presentaciones Puiu logra, a pesar de un inicial desconcierto, que el espectador los vaya reconociendo y al final se sienta uno más de la familia.
Aunque la comida está pronta, la ingesta de alimentos no comienza porque el párroco que debe cumplir el rito de la Iglesia Ortodoxa se retrasa. Ocurren además otras demoras, no llega uno de los hijos y la hermana de la dueña de casa, una de las nietas arrima a una amiga descompuesta, etc. Esa demora en sentarse juntos a la mesa para comer hace que entre los comensales afloren problemas del pasado tanto político-históricos (Ceacescu) como personales (infidelidades), temores sociales comunes en la Europa actual (el terrorismo), etc. La película, como si fuera un documental, pareciera que tiene un tiempo narrativo similar a la demora citada.
La familia es de clase media pequeño-burguesa, dos hijos de la matriarca son médicos, otro es militar y el absurdo campea apoyado en la disfuncionalidad de aquélla pero sin conflictos demasiado graves o terminales como generalmente se busca en el cine de hoy para sorprender al espectador con temas fuertes. Ello hace a la familia que sea más cercana a cualquiera de las nuestras cuando termina la película, y nos vernos reflejados a nosotros mismos o a nuestros familiares en cualquiera de los personajes del filme.
Puiu es actor, de ahí la elección de los largos planos secuencia para nada lujosos (desecha los planos por corte casi por completo) lo cual permite el lucimiento de sus actores a la manera teatral: por ejemplo en el inicio, la esposa de Lary da un monólogo que dura varios minutos con la cámara fija y en la que demuestra que es una mujer difícil de soportar. La escasez de cortes da idea de una extensión de la realidad, de un documental, de una cercanía, otra vez, al neorrealismo italiano. Incluso uno de los personajes parece aludir que la familia es más italiana que rumana.
Luego, en el interior de la casa de la matriarca, usa siempre el mismo punto de vista desde una posición fija, un pasillo o hall que tiene de frente varias puertas que dan a distintas habitaciones (que se abren y cierran constantemente según los personajes vayan progresando en la acción) lo que ayuda a que el espectador vaya conociendo matices de la realidad de una familia tan extraña como cualquier otra. Puiu declara que es el punto de vista del muerto pues según el rito ortodoxo su alma sigue presente hasta justo ese día en que luego de la conmemoración parte para siempre. Estimamos que su dicho es una metáfora y en realidad se trata de la mirada del propio Puiu, del director. En cualquier caso, era necesaria la ternura, la nostalgia que se siente al abandonar el mundo, por eso la mirada benevolente de Lary con una sonrisa permanente en los labios calmando los ánimos.
En la primera secuencia ya en el hogar familiar, unos primos discuten sobre la credibilidad de las teorías conspiratorias sobre el 11S neoyorquino (los atentados terroristas internacionales son un motivo recurrente en las conversaciones), uno cree en la versión oficial (los aviones que chocan con su carga de combustible contra el edificio) y otro en que la explosión fue producto de algo interno del edificio. Es una escena larga y tediosa que junto con la citada de la mujer de Lary se lleva más de media hora y nos hizo recordar lo que Umberto Eco explica en Apostillas al Nombre de la rosa: “…las primeras 50 páginas de mi novela eran engorrosas para el lector pero si lograba retenerlo, después, cuando empezaran los crímenes, la lectura no iba ya a poder abandonarse…”. Algo similar ocurre en la película, si el espectador aguanta media hora la visión completa de la película se vuelve imprescindible. Además, porque empezamos a reconocer quien es cada personaje en la familia sin que, como dijimos, nos sean presentados. Puiu igual que Eco, solicita paciencia obligando al espectador a que emprenda su propia pesquisa. El espectador del filme debe inevitablemente ser activo tal como reclamaba Cortázar a sus lectores.
Puiu declara en una entrevista que todo viene de su historia personal, de la comida que siguió al entierro de su padre. Dice que en la vida, se habla de muchas cosas; algunas tienen sentido, otras no lo tienen, y otras son estúpidas. Y desde la revolución rumana pos Ceacescu (1989) cuando hubo una manipulación de la información, la cuestión de la verdad y la mentira lo obsesiona: no hay mentira más grande que la verdad. En esos largos planos secuencia se parece un poco al Eric Rohmer de El rayo verde, el Evangelio de la gente sola, en el que tenía el final de la historia pero no su desarrollo, tenía un guión sin diálogos: los actores entonces improvisaban el día de la filmación a medida que la historia se narraba. Claro, eso le dio a Rohmer, le da a Puiu naturalidad y frescura pero no el impacto que tienen las grandes frases que dicen los personajes escritas por ilustrados guionistas. Puiu usó este mismo método.
Sostiene el realizador cuando le preguntan por la excesiva duración que la película que ello depende del contenido, como sucede con una comida en el horno, se debe sacar cuando está lista.
Lary es el hijo mayor que está desubicado porque la figura paterna ya no está y es el que asiste y une casi todas las conversaciones sin participar demasiado. Las confrontaciones se establecen desde opiniones contrapuestas, por ejemplo comunismo-anticomunismo y Lary las observa con tolerancia, tratando siempre de apaciguar. Solamente, cerca del final, en un largo monólogo le cuenta a su esposa una delirante historia de su infancia en la que su padre creyó una inverosímil excusa inventada por su hermano. Y llora. Todo es cuestión de creer, la verdad no existe, cada uno tiene su verdad. Y cada palabra significa algo distinto para cada uno y de allí surge el título, inexplicable, de la película.
Puiu obliga a prestar atención a los diálogos que hacen avanzar la acción porque las imágenes fijas no son atrayentes. Lo hace porque nadie escucha al otro, nadie le da lugar al otro, todos quieren ser el centro del Universo y defienden lo poco que tienen. No se piensa más que en sí mismo. Cuando alguien encuentra a una persona que lo escucha le parece encontrar a un ser de otro planeta, dice Puiu. Lo cierto es que la cruda verdad es que vivimos en un mundo en el que no debemos esperar nada de los demás.
Al cuñado infiel que estaba riñendo y haciendo lío se le miente diciéndole que su esposa ha tenido un ACV para que se retire. Él, muy asustado, no se va, se queda sin hacer ruido en un rincón hasta que su esposa se despierte. En la última toma, abre la puerta con la cola entre las patas y da la noticia que la chica que estaba en el baño había vomitado otra vez. Quedan los dos hermanos sentados a la mesa riéndose socarronamente, cómplices de otra mentira más. Recién habían empezado a comer.
Una película magnífica que no logró ningún premio en el Festival de Cannes 2016.