Abbas Kiarostami (Parte 2)
Para que no queden dudas de su capacidad como cineasta y complementando el artículo anterior, Abbas Kiarostami confiesa en sus comentarios a Five (película experimental) “No creo en un cine de narración literaria pero no creo que el cine pueda existir sin contar historias”. Había nacido en Teherán en 1940. Poeta, fotógrafo y cineasta, es el artista más influyente del Irán posrrevolucionario. Hasta una fotografía debe contar una historia, afirmaba.
Irán es un país sísmico, en 1990 un terremoto dejó 40.000 víctimas y en 2003 se repitió la tragedia que siempre abre interrogantes: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Existe Dios? ¿Estamos a merced del caos y el azar? ¿Qué pueden decir el arte o la filosofía al respecto?
A través de los olivos es la última parte de la denominada trilogía de Koker o trilogía del terremoto, cuya primera parte es ¿Dónde está la casa de mi amigo?, y la segunda Y la vida continúa, en la que entre ruinas y escombros, AK se pregunta qué habrá sido de los niños que actuaron en la primer película.
El olivo es un árbol que puede vivir varios siglos gracias a la particularidad que tienen las yemas temporales de su bajo-tronco para emitir raíces y brotes, y a una propagación muy variada (una de las plantas introducida durante la conquista –el viejo olivo Arauco- todavía vive). Su existencia se remonta a 12000 años antes de Cristo y el olivo salvaje es originario del Asia Menor, donde es extremadamente abundante y crece en bosques frondosos.
En esta gran película AK usa el recurso del cine dentro del cine para contar una historia de amor, la de Hossein y Tahereh que, como enseña RPiglia acerca del cuento, siempre debe narrar dos historias y a medida que una se apaga surge la segunda, la “verdadera”.
Utiliza todos los recursos típicos de su cine entre el documental y la ficción (que siempre es ficción, pura mentira, remarcada por Hossein que no entiende por qué debe decir que murieron más familiares de los que en verdad murieron en el terremoto).
Un equipo de filmación llega a un pueblo devastado por el sismo y ya antes de los títulos aparece un personaje que se presenta como el actor que hace de director. A diferencia de otras películas que usan ese tipo de rupturas o alejamientos, AK tiene el talento para hacernos meter de inmediato y nuevamente cada vez en la historia que nos quiere contar, la historia de amor.
El estilo de AK no se puede describir con palabras, hay que “ver” para advertirlo.
Los encuadres de gran belleza plástica (él es un gran fotógrafo) esconden más de lo que muestran, una clase de cine en la que aguardamos con ansias el plano siguiente. La historia de Hossein y Tahereh avanza y revela sus visiones de vida (¡y ella sin pronunciar palabra!) en relación con el entorno, esencial en Kiarostami.
El final de la película es inolvidable (como el final antológico de Muerte en Venecia de LVisconti) y, en cierta forma inacabado pero sútilmente claro. Tahereh huye, se retira ya terminado el rodaje, y el desesperado Hossein va tras ella, le habla, sin obtener jamás siquiera un monosílabo por respuesta, el director los sigue silencioso y observa oculto la imagen, la lente de la cámara se le une en su mirar clandestino, las hojas y las ramas de un arbusto lo demuestran, un lugar escondido y los espectadores miramos desde lo alto porque la cámara se quedó allí arriba y seguimos gracias a una pequeña panorámica a las dos manchas blancas que son los protagonistas, alejándose.
¿Es un final feliz o no? No se sabe con certeza y la igualdad de clases sociales, si se produce, sólo es posible después de una tragedia tan devastadora como un terremoto.
Las ganas de seguir viviendo, continúan ahí abajo, con nuevos brotes y raíces.
Por Raúl Ávila