Día Mundial de Concientización del Autismo

Honestos, responsables y creativos: así son los trabajadores con autismo

“Es como si los adultos con autismo no existieran, como si cuando cumplieran 21 años se esfumaran de la Tierra.” Así se presentó Carolina, mamá de Manuel de 24 años, al espacio mensual de familia de la Fundación Brincar x un autismo feliz, consternada porque su obra social de repente había decidido cortarle el apoyo de tratamiento a su hijo, sin proponer una alternativa. Carolina había puesto en simples palabras la realidad de los adultos con autismo: la intemperie que empieza a partir de los 21 años cuando terminan la opción de la escuela, escuela especial o centro educativo terapéutico, y la invisibilidad de la vida adulta donde escasean la existencia de espacios y apoyos adecuados.
Programa Argentino para Niños, Adolescentes y Adultos con Condiciones del Espectro Autista
Programa Argentino para Niños, Adolescentes y Adultos con Condiciones del Espectro Autista

La vida adulta es el período más largo de nuestra vida, arranca a los 18 y con la expectativa actual, dura más de 60 años. Pero no lo pensamos así porque al común de las personas se nos abre un abanico de oportunidades: universidad, trabajo, pareja, hijos y demás planes. Para las familias con autismo es un nudo en el estómago, porque el proceso es inverso, las posibilidades se restringen justo en ese momento donde más apoyo tendría que existir.

“Más del 80% de los adultos con autismo están desempleados”, alertó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon en su discurso del Día Mundial de Concientización del Autismo, en 2015, y realizó un especial llamado de atención a las empresas a que asuman compromisos concretos de emplearlos.

Mitos y desconocimientos

Hay muchos mitos y desconocimientos que alimentan esta falta de oportunidades que respaldan máximas como que “las personas con autismo viven en un mundo aparte”, “sólo son genios matemáticos, científicos o informáticos”, o “no saben relacionarse ni comunicarse y por eso no pueden trabajar”.

Yesica Montenegro, de 30 años, es diseñadora gráfica independiente. Estudia Diseño en Comunicación Visual y terminó de cursar Psicología. “Es muy difícil conseguir trabajo cuando uno tiene una discapacidad. En las entrevistas la gente no entiende cómo un adulto evita el contacto visual, lo toman como una falta de respeto o sinónimo de no ser confiable. Al no conocer el autismo piensan que no podés hacer nada y después se sorprenden de todo lo que uno es capaz de hacer.”

Honestos, responsables, ordenados, puntuales, detallistas, creativos, con alta resistencia al trabajo y comprometidos. Así resaltaron las capacidades de personas con autismo un grupo de empleadores en la investigación “Quiero Trabajar” de la Federación Autismo Andalucía. Con la planificación y las adaptaciones adecuadas, las personas con autismo pueden compensar sus dificultades y sumar su enorme potencial a un empleo.

Danilo Martín Sosa tiene 30 años y trabaja como empleado administrativo del Senado. Es, además, guionista e ilustrador. “Trabajar me dio la posibilidad de tener un sueldo, un seguro médico, mi primera cuenta bancaria. Pero lo más importante es que cada día aprendo algo nuevo con el único objetivo de independizarme y encajar en la sociedad.”

Aunque el autismo es tan frecuente (uno de cada 68 nacimientos), los apoyos para la inclusión laboral siguen siendo una gran deuda de la sociedad. Por eso hace falta que el Estado se comprometa seriamente a dar formación en empleo con apoyo y asegurar el compromiso de las empresas.

El sábado 2 de abril, a las 18.30, se realizará en Plaza de Mayo un acto conmemorando el Día Mundial y Nacional de Concientización sobre el Autismo.

El sistema de prestaciones de discapacidad tiene que actualizarse de manera urgente para autorizar programas de formación prelaboral desde la adolescencia y la figura de facilitadores laborales. Soy mamá de Iván de 15 años, un adolescente en plena transición a su vida adulta, con un trastorno del lenguaje severo que le impide hablar. Con mi marido, Gilles, tenemos ese miedo recurrente de qué va a pasar cuando no estemos, y que nuestra hija mayor, Alexia, no quede sola para acompañarlo. Soñamos con que Iván pueda ser un día un adulto con una ocupación, activo en su comunidad. El trabajo nos incluye, nos da una red de apoyo, nos dignifica, sea cual sea nuestra condición. Mi mayor esperanza es que la sociedad pueda aprovechar esas enormes capacidades en vez de dejarse nublar por sus dificultades. Son los trabajadores que todos querrían, aunque todavía no lo sepan. Los invito a conocerlos.

La autora es presidenta de la Fundación Brincar x un autismo feliz (www.brincar.org.ar)

Fuente: La Nación

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