Día Mundial del Cerebro (parte 2)
El cerebro es el órgano sexual más importante. Si bien el hombre ha estado orgulloso de su cerebro por la capacidad de razonamiento, lenguaje y pensamiento abstracto, lo ha relegado por siglos como el centro de su sexualidad. En forma paralela ha ocultado que el pene del mono desnudo, el hombre, es uno de los más grandes en proporción a su tamaño corporal.
La percepción de todas las sensaciones corporales depende de las funciones de este órgano y todas las fases de la relación sexual: el deseo, excitación, orgasmo y resolución requieren del adecuado funcionamiento cerebral. Las Neurociencias han demostrado, en dónde y cómo experimentamos las emociones y uno de los motores de este proceso cerebral es por excelencia, el enamoramiento. Estas emociones se originan en el sistema límbico relacionado con otras estructuras cerebrales que procesan los recuerdos como el hipocampo. Esas estructuras participan en todas las emociones como la ira, el miedo, la alegría y la tristeza, son muy importantes en la formación y codificación de memorias, las sensaciones de placer e incluso en conductas adictivas. Se ha llegado, incluso, a estudiar otras zonas como la ínsula y el núcleo estriado, implicadas en el deseo sexual y en el sentimiento de amor. El sexo (o la comida) producen en esas zonas una secreción, la dopamina, como si fuera una droga de uso recreativo: “En el cerebro el enamoramiento funciona igual que cuando la gente se vuelve adicta a las drogas”. Es como si se hubiese descubierto el punto G del amor en el cerebro. Cualquier parte puede ser un ‘punto G’ con una estimulación adecuada siempre que nuestro cerebro la interprete como excitante y ponga en marcha una descarga de feniletilamina, un compuesto de la familia de la oxitocina que desata la pasión y de que se produzca la dopamina, que es el neurotransmisor relacionado con el placer. El cerebro es el principal órgano sexual, por encima de la piel y de los órganos genitales.
La inteligencia sexual consiste en aceptar nuestra sexualidad como algo natural y mejorable, libre de mitos y tabúes y descubrir cuál es la intervención de nuestro cerebro, conocer nuestras partes erógenas, qué nos atrae y qué nos gusta, qué nos da pudor, repugnancia, molestia o daño. El sexo está en el cerebro, pues seguimos atados a nuestras estructuras físicas y biológicas, de los químicos del interior de nuestro cuerpo que manejan nuestras reacciones. Neurotransmisores, hormonas, terminales nerviosas a las que es posible reducir la experiencia sexual. Por ejemplo: 1) El área preóptica del hipotálamo, que regula el apareamiento, tiene casi el doble de tamaño y el doble de células en los hombres respecto a las mujeres; 2) El cerebro masculino dedica el doble de espacio al sexo del que ocupa en el femenino; 3) Niveles bajos de serotonina se relacionan con libido baja; 4) El sexo intoxica a través de la dopamina y otros siendo potencialmente adictivo; 5) La oxitocina genera una atracción física sin que importe nada más (enamorarse de la persona equivocada); 6) Las alusiones a Dios en el clímax no son casuales: las monjas católicas y monjes budistas al rezar tienen mapeos cerebrales similares; 7) La testosterona produce erecciones involuntarias, sin deseo; 8) Los niveles de testosterona disminuyen cuando se cuida a un hijo y eso tiende a hacer las parejas más estables (hombres menos infieles); 9) El cerebro tarda .2 seg. en registrar si una persona en traje de baño es deseable o no; 10) En 6 de cada 10 ocasiones las personas seleccionaron con quienes pensaron que podrían salir y con los que luego consumaron una cita. En este proceso está involucrado el córtex prefrontal dorsomedial, donde se juzga el atractivo físico de una persona.
Sin embargo, el amor es una emoción muy compleja que también incluye aspectos sociales, culturales y personales variables en cada uno de nosotros.
¿Quién es un sapiosexual?: la atracción sexual por la inteligencia del otro. Ya Platón, en El banquete, se refiere al amor como una escala que empieza con la belleza del cuerpo, para después acercarse hacia las ideas y a la gente que muestra una inteligencia privilegiada y bella. La atracción por la inteligencia o por las cualidades morales ha existido siempre. Los sapiosexuales se estimulan a través de la conversación, de la novedad, que buscan la apertura a nuevas experiencias y estímulos, y que huyen de la superficialidad. Hay más mujeres que hombres definidas como sapiosexuales. Los hombres se estimulan más con la vista, la mujer necesita de otros estímulos. La inteligencia erótica para los sapiosexuales es el juego de dos mentes. La conversación se convierte en un juego sexual, les gusta la sorpresa o lo inesperado y dejan espacio entre ellos para que surja el deseo y se mantenga el misterio.
Cerebro y Mente
- Dualismo: La mente y la materia son dos entidades diferentes. El argumento más conocido es el cartesiano, el “cogito, ergo sum”. Otros dualismos; 1) Paralelismo psicofísico (Leibniz): Espíritu y materia son dos sustancias diferentes y no interactúan entre sí (actúan en paralelo, pero de modo sincronizado por acción de Dios); 2) Ocasionalismo: El ocasionalismo (Malebranche): cuando quiero hacer algo se está produciendo un suceso inmaterial, Dios conoce ese hecho y hace que el cuerpo se ponga en movimiento; 3) Epifenomenalismo: la materia actúa sobre la mente inmaterial, pero no a la inversa; 4) Dualismo de propiedades: califica a la propiedad de “ser experimentado de determinada manera” (los qualia) de propiedad no material.
- Monismo: sólo hay una substancia. Hoy todos los monismos son materialistas. La tesis del materialismo es que la mente es algo material. El problema fundamental de esta posición es que la mente tiene propiedades que ningún objeto material posee.; 1) Conductismo: cuando mediante la introspección alguien habla de su mundo mental interior, no hay manera de comprobar su veracidad y no hay ciencia posible siendo lo único válido el comportamiento observable; 2) La teoría de la identidad, en la que el estado mental “deseo de un café” no sería otra cosa que “la activación de determinadas neuronas de determinadas regiones cerebrales”. Experimentó un impulso debido a los avances de la neurociencia. Esta correlación entre estado mental y estado cerebral no significaría necesariamente que ambos estados son de hecho uno y el mismo, 3) Funcionalismo: si los seres con estados cerebrales diferentes pueden tener el mismo estado mental (con lo que la teoría de la identidad se revela falsa), ha de existir no obstante algo que los estados cerebrales tengan en común. La solución de los funcionalistas consiste en subsumir los distintos estados cerebrales bajo el mismo estado funcional. Los estados mentales serían entonces estados funcionales; 4) Materialismo no reductivo se formula a menudo con el concepto de superveniencia que describe una relación de dependencia: lo mental no puede cambiar sin que haya cambios físicos, 5) el fisicalismo sostiene que no es necesario postular para el alma o la mente una segunda entidad metafísica. “Nosotros somos almas, no tenemos almas”; 6) Materialismo eliminativo: los estados mentales han sido introducidos por nuestra psicología popular..
Cabe la posibilidad de rechazar el problema mente-cuerpo como un falso problema y es lo que hace la filosofía analítica, siguiendo a Ludwig Wittgenstein. Los defensores de esta posición explican que es un error preguntarse cómo se ajustan los estados mentales y los biológicos. Más bien debería aceptarse que los seres humanos pueden describirse de formas diversas: por ejemplo, en términos mentales o biológicos. El error es cuando se buscan estados mentales en el cerebro que es el contexto equivocado para la utilización del vocabulario mental.
Sin embargo, el avance de las neurociencias pretende que las enfermedades mentales deben llamarse enfermedades cerebrales. El premio Nobel de Medicina, Eric Kandel dice que “El desafío central de la ciencia en el siglo XXI es la comprensión de la mente humana en términos biológicos”, gracias a la unión entre la psicología cognitiva y las neurociencias. El descubrimiento freudiano del inconsciente también hallaría una ubicación neuronal. Lo interesante de este trabajo es el hecho de que la creación artística escapa a la concepción de la mente en términos cerebro-neuronales.
Las enfermedades consisten en un fallo: los biologistas lo sitúan en las conexiones neuronales del cerebro o en sus neuronas mientras el psicoanálisis lo sitúa en el campo de lo simbólico, en el campo del lenguaje y que escapa a la conciencia de cualquier individuo.
El trasfondo teórico de la biología, como sucede en las ciencias naturales modernas en general, tiene un planteamiento materialista. Objeto de estudio son en primer lugar los procesos físicos, que son contemplados como fundamento de la actividad mental y de la conducta. El éxito creciente de la biología en la explicación de los fenómenos mentales se entiende sobre todo por la ausencia de refutación del supuesto fundamental: no hay “ningún cambio de los estados mentales de una persona sin un cambio en su cerebro”.
Dentro de la neurobiología hay diversas disciplinas que se ocupan de la relación entre los procesos mentales y los físicos: 1) La fisiología sensorial investiga la relación entre los procesos de percepción y estimulación. 2) La neurociencia cognitiva correlaciona los procesos mentales con los procesos neuronales. 3) La neuropsicología describe la dependencia de las facultades mentales respecto de regiones cerebrales concretas.
Por último, la biología, mediante su planteamiento evolucionista, muestra que el sistema nervioso humano, en cuanto base de la mente, se ha ido desarrollando tanto ontogenética (cada individuo) como filogenéticamente (cada especie) a partir de estadios previos más simples.
La Inteligencia artificial (IA); ¿Pueden pensar las máquinas?
La “interpretación estándar” de la prueba de Turing, en la cual el jugador C, el interrogador, le es dada la tarea de tratar de determinar qué jugador – A o B – es una computadora y cual un ser humano. El interrogador se limita a la utilización de las respuestas a las preguntas escritas para tomar la determinación.
Con el experimento de la Habitación China John Searle muestra cómo una máquina puede realizar una acción sin siquiera entender lo que hace y el por qué lo hace. Por lo tanto según Searle la lógica usada por las computadoras es nada más que una que no busca el contenido en la acción como la usada por los seres humanos, o sea que no piensa…Y la discusión continúa.
En el contexto de la filosofía de la mente la cuestión acerca de la libertad de la voluntad se plantea con renovada intensidad. Para materialistas y deterministas los estados mentales –también por tanto la voluntad humana– serían, en virtud de ello, estados materiales determinados por las leyes naturales y más aún, las personas no pueden determinar por sí mismas lo que quieren y hacen. En consecuencia, no son libres. Los compatibilistas David Hume) rechazan eso aduciendo que no se debe identificar libertad con indeterminación. Con libertad debería significarse más bien el querer y actuar según el mejor saber y entender. En este sentido la persona puede también ser libre aun cuando el determinismo sea cierto. Immanuel Kant rechazó el determinismo de la voluntad y defendió el libre albedrío, es un incompatibilista: la crítica a esta posición es sencilla, si nuestra voluntad no está determinada por nada, entonces queremos lo que queremos por pura casualidad. Y si lo que queremos es puramente casual, no somos libres. De manera que si nuestra voluntad no está determinada por nada, no somos libres.
El Yo como núcleo esencial inmutable surge de la idea platónica de un alma inmaterial “invisible” pero que se halla dentro de nosotros y de todos los seres vivos del planeta, ya sea animales o plantas es inaceptable para la mayoría de los filósofos actuales, debido a que estos parten de presupuestos materialistas.
El hecho de que exista una forma diferente de percibir los objetos abre un abanico a las posibilidades y da pie a no confiarnos ya más en lo que llamamos realidad.
Giorgio Agamben, el filósofo italiano, nos advierte en contra de la razón: “hoy sabemos que para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe”… Para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad. “Pues la jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia: ni la lectura del diario, tan rica en noticias que lo contemplan desde una insalvable lejanía, ni los minutos pasados al volante de un auto en un embotellamiento; tampoco el viaje a los infiernos en los trenes del subterráneo, ni la manifestación que de improviso bloquea la calle, ni la niebla de los gases lacrimógenos que se disipa lentamente entre los edificios del centro, ni siquiera los breves disparos de un revólver retumbando en alguna parte; tampoco la cola frente a las ventanillas de una oficina o la visita al país de Jauja del supermercado, ni los momentos eternos de muda promiscuidad con desconocidos en el ascensor o en el ómnibus. El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos -divertidos o tediosos, insólitos o comunes, atroces o placenteros- sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia.”
Y retorna a su concepto de potencialidad en su irracionalismo: La infancia es la verdadera imagen de la potencialidad. El hombre se vuelve humano quedándose en la potencialidad. Se puede decir que el hombre nace inmaduro, no apto para vivir, pero por eso capaz de todo, es omni-potente, sin ningún destino biológico determinado. Como ha mostrado el gran anatomista holandés Ludwig Bolk, el hombre es un animal que se queda en una condición fetal y de permanente infantilidad y que es el fundamento de la cultura humana, y de su increíble desarrollo tecnológico.
Por último, Roger Bartra plantea la teoría del exocerebro para el problema de la conciencia: es en parte cerebro biológico, que se conecta con los circuitos neuronales a través de circuitos simbólicos externos y que, en conjunto, alojan la conciencia. El hombre en sus inicios, ante un cambio ambiental repentino, sufrió por no poder reconocer los nuevos códigos y tuvo que utilizar redes que utilizaba para otras funciones, para poder adaptarse a esos cambios, surgió así el habla, el lenguaje y, finalmente la autoconciencia; estas nuevas redes las encontró, a manera de prótesis cultural afuera del cráneo; en el exocerebro.