Educación y Salud
por Mónica Muiño Crespo
Según el diccionario de la lengua española el significado de educar es: Desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece. A su vez, muchos son los conceptos que Platón dio sobre la educación. La más célebre de sus definiciones dice: “La buena educación es la que da al cuerpo y al alma toda la perfección y toda la belleza de que son capaces”. Según Freire la educación es un acto de amor, de coraje, de práctica de la libertad, dirigida hacia la realidad.
Sin lugar a dudas todos estos conceptos están intrínsecamente ligados al concepto de salud que hemos reafirmado a lo largo de nuestra gestión y tratamos de proyectar en cada una de las notas que atraviesan esta página. OSPDESBA imbuida de estas convicciones apoya a todos los docentes en su lucha hoy y siempre, cualquiera sea su ámbito primario, secundario y/o universitario y los homenajea, compartiendo este discurso leído por una docente argentina a toda su comunidad educativa (alumnos, colegas y padres).
Francisco Isauro Arancibia es recordado por su actuación en las huelgas del `58 reclamando mejoras en el Estatuto del Docente. Luchaba, junto a otros y otras maestras por la enseñanza laica y libre, por la equiparación salarial docente provincial con la nacional. Su accionar estuvo dirigido a mejorar la legislación en la educación. Y lo logró:
Se crearon las juntas de clasificación con representación docente, se regularon los regímenes de licencia, las bonificaciones por zona, por antigüedad; entre otros beneficios para todos los docentes del país.
Fue uno más de los 600 entre una sociedad que estaba amordazada, silenciada. 600 que eligieron alzar la voz, decir basta, poner un freno. Quizás pensemos que por su triste final no lograron sus objetivos. Pero el que estemos hoy acá, hablando de ellos, recordándolos, es gracias a su valentía. Porque como dijo Ernesto Guevara: Podrán morir las personas, pero jamás sus ideas, es por eso que me permito decirles que sí, que lograron su cometido. Una sociedad libre de dictadura militar. Una sociedad más comprometida, participativa. Obtuvieron una democracia.
Por si todavía no comprenden mis palabras, les cuento que hablo de 600 maestros y maestras que fueron desaparecidas en aquella época oscura de nuestra historia. Oscuridad que iluminaron con sus ideales, con su lucha. Con su vida.
No crean que me olvido de los otros 29.400, es sólo destacar a los que realizaban la misma función que realizamos en ésta y en todas las escuelas. Hoy, más que nunca, todos los docentes tenemos la inmensa responsabilidad de contarles a sus hijos lo ocurrido entre 1976 y 1983 para que no vuelva a pasar.
Para que defiendan la democracia, para que la perfeccionen, para que no la pierdan, no la vendan, no la regalen, no la negocien.
Y me atrevo a agregar un nombre más a esos 600, que sean 601 los docentes, que suene fuerte también el nombre de Carlos Fuentealba, quien también murió luchando a manos de uniformados. Azules esta vez.
Nuestra tarea, señores, no termina ni se agota al final de la jornada, los resultados no se verán en una evaluación. Nuestra tarea será visualizada en el accionar de estos chicos, en cómo desarrollarán y pondrán en práctica sus valores. Nuestra labor va más allá de una serie de asignaturas desarrolladas en la jornada escolar. Para mí, y me atrevo a decir que para todos y todas mis colegas, la función principal de nuestra tarea, establecida además en el diseño curricular, está centrada en uno de los cuatro principios de la educación básica que, es la formación de ciudadanos y ciudadanas responsables, críticos, observadores, actores, desarrollando la solidaridad social, para poder participar en una sociedad democrática a fin de conocer el mundo e influir en él. Nuestra tarea será visualizada en los hombres y mujeres de mañana que tendrán en sus manos el destino de nuestra nación.
Algo que también soñaron aquellos 600, junto a muchos más, en esos días grises. Días que ya todos conocemos y sabemos, porque la historia pudo ser contada, escrita, leída, relatada. Y disculpen que no pueda alejarme de la realidad, pero esta historia, con las diferencias explícitas del caso, se hace análoga en ciertos puntos con la actualidad. Quieren callarnos, ocultarnos, negarnos.
Se pasan horas, días, semanas defenestrando nuestra tarea, desprestigiándonos, faltándonos el respeto. Y, permítanme el exceso, creo que si pudieran, también más de uno, nos desaparecería. Pero la democracia, la sociedad con los ojos abiertos, la sociedad que dejaron aquellos 600, entre otros, se los impide. Y cómo no pensar en exceso al ver bajar los cuadros de Arancibia, Vilte y Lotufo en el Ministerio de Educación? Espero que la historia limpie nuestro legajo como se hizo con el del compañero Haroldo Conti, que en vez de días de paro, figure en grande: docentes luchando no sólo por un salario digno, sino también, por un futuro más justo, por una mejor educación, por escuelas ediliciamente aptas, por comedores que no intoxiquen, por más aulas y no por contenedores, por más libros, más notebooks, por vacantes para los pibes, por capacitación docente en servicio, por más respeto a nuestra profesión.
No crean que utilizo la historia para hablar del presente, hablo del pasado para mostrarles como a veces éste persiste en el presente. Ya no hay hombres de verde, ni libros prohibidos, ni toques de queda, ni estado de sitio. Pero quedan vicios dictatoriales que insisten en tener una sociedad con los ojos vendados. En hacernos creer que la educación pública nunca será de calidad. En convencernos que la justicia social es una utopía. En que el saber pertenece a unos pocos. Y acá estamos, los de blanco, recordando aquellas luchas, haciéndolas propias, haciéndolas nuestras. Porque la memoria no se negocia, porque son 30.000. Porque sabemos que ustedes conocen la historia y sabemos que no quieren repetirla. Porque sabemos que nos acompañan. Porque eligieron “caer” en la Educación Pública.
Por eso la comunidad educativa se pone de pie y dice: SEÑORES, NUNCA MÁS.