Julio: semana de la hipoacusia

¿Es único el mundo que vemos? Ya en esa expresión se destaca el sentido que se privilegia. ¿Es el mismo mundo que oye un gato o huele un perro? Por supuesto que no. El universo sensible es absolutamente distinto para cada animal, incluyendo al humano por más que éste quiera apropiarse para sí la “visión” que posee cualquier otra especie.

El zoólogo sueco Uexküll (rescatado por el filósofo Giorgio Agamben) parte de una infinita variedad de mundos perceptivos, todos perfectos pero que no se comunican y no de un mundo único antropomórfico. La abeja o la mosca no se mueven en el mismo mundo en que las vemos volar ni comparten con nosotros (o entre ellas) el mismo tiempo y el mismo espacio. La araña no sabe nada de la mosca y sin embargo determina la amplitud y resistencia de las mallas de su tela según las dimensiones y fuerza de choque de la mosca. Sorprendente es que los hilos de la tela están proporcionados de manera que la mosca no puede verlos. Los dos mundos perceptivos, el de la araña y la mosca, no se comunican en absoluto pero están perfectamente acordados. El caso de la garrapata es extraordinario: al salir del huevo, aún no está completamente formada pero ya ataca a una luciérnaga (de sangre fría) con lo que adquiere los órganos que le faltan y cuando la hembra es fecundada, se arrastra con sus ocho patas hasta una pequeña rama, para precipitarse sobre los mamíferos de sangre caliente que pasan debajo. Ella carece de ojos y sólo se guía por la sensibilidad de su piel a la luz y ciega y sorda, sólo el olfato le permite percibir a su presa: el olor del ácido butírico que emanan todos los mamíferos y la impulsa a dejarse caer ciegamente en la dirección de la presa. Luego con el tacto va a un lugar que esté lo más limpio posible de pelos y se hunde hasta la cabeza en la piel del animal para chupar un chorro de sangre caliente. Lo increíble es que ella carece del sentido gustativo: absorbe ávidamente cualquier líquido que tenga los 37*C de la temperatura de la sangre de los mamíferos: es su festín fúnebre, porque ya no hace otra cosa que dejarse caer al suelo, depositar los huevos y morir. Este ejemplo manifiesta la estructura general del “ambiente” de todos los animales: 1) el olor del ácido butírico del sudor de todos los mamíferos; 2) los 37*C; 3) la piel de los mamíferos, provista de pelos e irrigada por vasos sanguíneos. El zoólogo, al fin, nos comunica que se mantuvo con vida durante 18 años sin alimentación a una garrapata, suponiendo que en este “período de espera” ella se encuentra en “una especie de sueño semejante al que nosotros experimentamos cada noche, concluye que “sin un sujeto viviente el tiempo no puede existir. Pero ¿qué pasa con la garrapata y su mundo en este estado de suspensión que dura 18 años? ¿Cómo es posible que un ser vivo, que consiste enteramente en su relación con el medio, pueda sobrevivir cuando se le priva absolutamente de él? ¿Y qué sentido tiene hablar de “espera” si no hay tiempo ni mundo?

Si una garrapata está unida a esos tres elementos citados en una relación tan intensa y apasionada, no vive más que en ella y para ella, por qué no es posible para el hombre hallar en las relaciones con su mundo, más rico en apariencia, relaciones de valor similar. ¿Por qué ese desprecio al mundo sensible que lo rodea dando primacía sólo a la vista en detrimento del resto de los sentidos? Hasta llegamos a inventar un concepto místico y esotérico, el tercer ojo (ojo interno) que refiere a un hipotético ojo invisible o vórtice energético y etérico que proporcionaría una percepción más allá de lo que se podría percibir con la vista ordinaria. Mientras tanto perdemos el olfato y los aromas, el gusto con las comidas chatarra, el tacto y las caricias y perdemos el más maltratado: el oído y la audición.

La capacidad auditiva disminuye a partir de los 18 años en forma normal, si a eso se le suma el ruido en una gran ciudad, el tránsito, trenes, aviones, subtes, recitales, auriculares a toda hora, el deterioro es terrible, difícil no llegar sordo a la tercera edad. ¿Cuál es el motivo de no poder gozar el placer de los sonidos del silencio?

Esta introducción a los problemas de audición tiene por objeto incentivar a que el Estado los atienda en el medio ambiente, los padres en la edad más temprana de sus bebés, etc., para que el humano se relacione a la vida con todos sus sentidos a pleno y no sólo con la vista. Un ejemplo es exigir que se hagan exámenes de audición al recién nacido como sucede en varios países o la medición de la intensidad del ruido en las calles más transitadas, en las estaciones de subterráneos, alejar los aeropuertos de las ciudades, etc.

Una experiencia cinematográfica del gran realizador Abbas Kiarostami es una película del 2009, Shirin, en la que sólo se ve en primer plano a mujeres que están viendo una película de la que sólo se oye la banda sonora. Cada espectador “ve” la película sin verla sino oyéndola, son las visiones del oído

De ese privilegiar la vista por encima de los demás sentidos se resta importancia a los otros, y el oído es, quizás, el más perjudicado. Cuando se lo pierde por causas diversas (ya citamos que su capacidad disminuye rápidamente con la edad) comienza a tener la importancia que se le ha quitado: la hipoacusia es la disminución (pérdida parcial) de la sensibilidad auditiva siendo el umbral auditivo estímulo sonoro más débil (de menor intensidad) que es capaz de percibir un oído. Puede presentarse en un solo oído, o ser bilateral cuando se afectan a ambos.

Es uno de los problemas de salud crónicos más comunes, que afecta a todas las edades, en todos los segmentos de la población y de todos los niveles socioeconómicos. Afecta a 17 de cada 1000 niños y jóvenes menores de 18 años pero a 314 de cada 1000 personas mayores de 65 años (presbiacusia).

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Presentan diferentes grados dependiendo de los umbrales auditivos (cantidad mínima de audición que se percibe, con el umbral tonal promedio (U.T.P.), entre las frecuencias llamadas conversacionales de la audiometría tonal: 500, 1000 y 2000 Hz.): 1) leve: entre los 20 y 40 dB 2) moderada: 40 y 70 dB (dificultad de audición frente a frente aunque el ambiente sea tranquilo); 3) severa: entre 70 y 90 dB: no percibe la voz, salvo que ésta sea fuerte; 4) profunda: mayor a los 90 dB; 5) Anacusia o cofosis: pérdida total de la audición.

La primera que debe darse cuenta de la enfermedad es la familia pues detecta que el enfermo se aísla o no contesta cuando se le habla y confunde palabras parecidas. Luego ocurre siempre un período de negación argumentando distintas excusas que si se prolonga demasiado trastorna su vida social. La solución es siempre asumir el problema, buscar ayuda profesional (médico otorrinolaringólogo) y, si es necesario, utilizar audífonos. Otros síntomas son el siseo, ronquido o zumbido en los oídos, la fatiga e irritación causada por el esfuerzo para oír, el mareo o problemas de equilibrio.

Otra clasificación toma en cuenta la parte del oído afectada: 1) conductiva o de transmisión: ocurre cuando algo impide que las ondas sonoras pasen al oído interno debido a la acumulación de cerumen, una infección, líquido en el oído medio o por la perforación del tímpano. 2) perceptiva o neurosensorial: lesión en el oído interno y/o las vías nerviosas auditivas porque la cóclea (oído interno) no funciona correctamente (las diminutas células ciliadas están dañadas o destruidas por causas varias, la edad, el ruido, enfermedades, lesiones, infecciones, por un traumatismo encéfalocraneano, medicamentos tóxicos, o por una condición hereditaria.). Casi siempre es permanente y, en un niño, es posible que se vea afectada la capacidad para hablar; 3) mixta: alteraciones simultáneas en la transmisión y percepción del sonido. 4) la pérdida de audición central sucede cuando la cóclea funciona bien pero no partes del cerebro, es menos frecuente y es la más difícil de tratar.

Clasificación etiológica: de acuerdo con la etiología de la hipoacusia.

Otra clasificación se relaciona con el lenguaje aunque la capacidad del habla puede desarrollarse  pues depende de la estimulación de aprendizaje y el nivel de desarrollo de las cuerdas vocales.

El audífono (recupera un 20 a 30 % de capacidad) es un aparato electrónico que amplifica los sonidos pero no restituye la audición normal.

Los consejos de ayuda a un hipoacúsico se derivan del sentido común.

En el niño hipoacúsico, el principal problema es la adquisición del lenguaje. El diagnóstico se confunde  a veces con un niño distraído, falto de comprensión, autista o incluso un discapacitado intelectual. La edad crítica ocurre a los tres años de edad y se considera un problema grave a partir de una pérdida mayor a 70 decibeles pues cuando es menor los niños pueden adquirir el conocimiento sobre la funcionalidad del lenguaje. Los niñxs sordxs no desarrollan el lenguaje de forma espontánea y lo aprenden oralmente de padres y madres oyentes y lo importante es estimular a los bebés sordos a realizar sus emisiones orales pues la pérdida de la oralidad afecta al desarrollo integral del niño y de sus representaciones mentales, basadas en sonidos.

Las pruebas son: 1) Rinne que es monoaural colocando el diapasón vibrando sobre el mastoides y es positivo cuando la transmisión por aire es mayor que por vía ósea e indica normalidad o una hipoacusia de percepción. En contrario indica hipoacusia de transmisión. 2) Weber, que evalúa ambos oídos a la vez. 3) Schwabach: si el oyente percibe el sonido durante más tiempo que el examinador, significa que su vía ósea está más desarrollada, por lo que sufre de hipoacusia de transmisión. Al contrario, el paciente sufre de hipoacusia de percepción. 4) Gellé: Su principal función es la detección de la otosclerosis, que da un Gellé negativo. 5) Audiometría tonal supraliminar: Sirve para valorar la fatiga auditiva y la adaptación en la hipoacusia neurosensorial.

mapa_oidoEn su diagnóstico se usa la acumetría que se realiza con diapasones de distintas frecuencias (128 Hz, 256 Hz, 512 Hz, 1024 Hz, 2048 Hz), para distinguir entre la hipoacusia de transmisión y la hipoacusia neurosensorial.

A menudo la pérdida conductiva puede corregirse con tratamiento médico o quirúrgico, mientras que la neurosensorial usualmente no puede ser revertida.

En los bebés los factores de riesgo abarcan: antecedentes familiares, bajo peso al nacer, anomalías congénitas, acumulación de cerumen o de líquido detrás del tímpano, lesión o ruptura del tímpano, objetos atascados, cicatrización en el tímpano a raíz de muchas infecciones, etc.

En el oído interno puede ser causada por: exposición a ciertos químicos o medicamentos tóxicos estando en el útero o después del nacimiento, trastornos genéticos, infecciones que la madre le transmite a su bebé en el útero (como toxoplasmosis, sarampión o herpes), infecciones que pueden dañar el cerebro después del nacimiento, como meningitis o sarampión, problemas con la estructura del oído interno, tumores.

Los niños deben emplear palabras aisladas hacia los 15 meses y oraciones simples de 2 palabras hacia los 2 años. Si ellos no alcanzan estos hitos, la causa puede ser la hipoacusia.

Se emplean dos pruebas comunes para examinar a los bebés recién nacidos con relación a la hipoacusia: Prueba de respuesta auditiva troncoencefálica (ABR) y Prueba de emisiones otoacústicas (OAE) que mide el eco de un sonido  en el conducto auditivo externo. Si no hay eco, es una señal de hipoacusia.

Es muy conveniente hacer exámenes de audición para recién nacidos. Para permitirle a los bebés hipoacúsicos desarrollar habilidades del lenguaje normales sin demora. En los nacidos con hipoacusia, los tratamientos deben empezar ya a los 6 meses de edad y abarcan fonoaudiología,  aprendizaje del lenguaje de señas, implante coclear (con hipoacusia neurosensorial profunda) y también medicamentos contra infecciones, tubos de timpanostomía por infecciones repetitivas del oído o cirugía para corregir estructuras. No hay cura para la hipoacusia causada por daño en el oído interno o los nervios. Las embarazadas deben consultar con su médico antes de tomar cualquier medicamento y analizarse si padecen infecciones como la toxoplasmosis, única enfermedad transmitida por los felinos y que se cura totalmente con medicación.

Por Monica Muiño Crespo

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