No atender en clase no es una enfermedad
Para pensar: Recomendamos leer esta Entrevista a Juan Pundik(Madrid)*
X LSemanal: Usted es de los que asegura que el trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDA/H) no es una patología.
Juan Pundik: Es que no lo es. Lo que hace el DSM, la biblia psiquiátrica (manual de enfermedades mentales), es describir nuestras conductas y transformarlas en patologías. El cuestionamiento es en bloque al DSM, que es por lo que se guían lo psiquiatras e incluso los médicos de cabecera para diagnosticar, por ejemplo, una patología que no existe, como es el déficit de atención. No atender en clase no es una enfermedad. Los que derivan a los chicos a un especialista son, normalmente, los profesores que tienen que manejar a 35 alumnos, lo que, naturalmente, no es fácil. Tenerlos quietos y callados puede hasta cuestionarse que sea sano, pero las características de la escolaridad así lo requieren y, en consecuencia, lo mejor es tenerlos drogados.. Es lo que se hace con los ancianos en algunos geriátricos.
XL: Habla usted de ‘droga’, no de ‘medicamento’, ¿por qué?
Juan Pundik: El metilfenidato que contiene esa medicación es un derivado anfetamínico. En nuestro país se comercializa con denominaciones como Rubifen, Concerta, Strattera, Ritalina o Ritalin, como viene en su origen, en Estados Unidos. Todos aquellos que no estamos de acuerdo con que se drogue a los niños la denominamos ‘cocaína pediátrica’. Y no es una denominación arbitraria. Cuando hablo de sustancias, lo primero que hago es probarlas yo mismo. Invito a cualquiera que considere que un niño debe tomar una de estas sustancias a que haga lo mismo, que pruebe el metilfenidato, que se lo administre a sí mismo y que me cuente luego.
XL: ¿Cuál fue su experiencia?
Juan Pundik: Me sentí drogado. Y eso que me administré la misma dosis que se da a un niño y yo tengo el triple de peso. Y la sensación era la de ir todo el día drogado, no me sentía normal, yo mismo. Me quitó totalmente el apetito y me perturbaba el sueño. Todo, malas sensaciones.
XL: Admitamos que el déficit de atención no es una patología, pero es una conducta o incluso una forma de ser, si lo prefiere, que dificulta la vida, el día a día, del niño.
Juan Pundik: Es una dificultad[1], pero que dificulta principalmente la vida de los padres o los profesores.
XL: Pero el niño que no consigue un rendimiento escolar adecuado porque es disperso o hiperactivo tiene más posibilidades de enfrentarse a un fracaso no ya escolar, sino social, con lo que eso supone de traumático…
Juan Pundik: Querrá decir que no consigue el rendimiento escolar que se le quiere imponer. Yo tengo un largo historial de gente que fue diagnosticada y hasta medicada como hiperactiva simplemente porque esa escolaridad que querían imponerle no le servía, porque quería ser bailarina o jugador de fútbol. El problema es porqué les imponemos a todos los niños un menú fijo, cuando cada uno tiene habilidades diferentes. No todos valemos para lo mismo.
XL: Habrá niños que sí tengan un problema real por ser hiperactivos. Deme una solución que no sean las pastillas.
Juan Pundik: Como psicoanalista no puedo dar otra que el psicoanálisis. Yo no diría que el psicoanálisis es la forma,… pero un psicoanalista está en condiciones de escuchar a un niño y trabajar con él para saber cuál es su objetivo en la vida, orientarlo y ayudar a los padres.
XL: Ustedes defienden que estas pastillas suponen una medicación excesiva para los niños, pero es un hecho que llevan 40 años en el mercado y no han dado problemas significativos.
Juan Pundik: No lleva tanto y, desde luego, aún menos aplicada a los niños. Lo que sucede es que de repente a una sustancia se le ha inventado una aplicación, que es lo que sucede con muchas medicaciones. Hace 20 años no existía el diagnóstico de hiperactividad, es un invento que no tiene más de 15 años…
XL: Tampoco existía el diagnóstico de la depresión hace 70 años y eso no quiere decir que no existiera entonces.
Juan Pundik: De la depresión ya habló Freud hace cien años. Pero si coges el DSM vas a encontrar que el conflicto religioso también es una patología, como lo es el conflicto entre hermanos, el conyugal,… todos tienen un número que los distingue como patología y, por lo tanto, son susceptibles de ser medicados ¡El DSM está subvencionado por la industria farmacéutica! Se rige por la máxima de que toda persona sana es ‘sana’ porque no ha sido bien diagnosticada. Para la industria farmacéutica, todos somos enfermos.
XL: ¿No es un poco tópico esto de que las farmacéuticas son los malos, malísimos de la peli…?
Juan Pundik: Es que es así. La industria farmacéutica es el malo de la película y tiene compradas a la FDA, a la agencia europea del medicamento e incluso a la OMS. Salen del consejo directivo de la empresa farmacéutica para pasar a las agencias del medicamento. Esto es fácil de ver. Además, pagan todos los congresos médicos. La industria farmacéutica es la más poderosa porque ninguna da tantos beneficios.
XL: Algo bueno habrán hecho. Admitamos que, sin ir lejos, han creado medicamentos que nos salvan la vida…
Juan Pundik: Sí, por supuesto, pero eso no justifica lo que están haciendo ahora, la medicalización a la que someten a la población.
XL: ¿Estas pastillas contra el TDAH crean adicción?
Juan Pundik: Totalmente.
XL: ¿Sabe que sus defensores argumentan lo contrario: que, de no tomarla siendo niños, esos chicos hiperactivos serán más susceptibles de caer en las drogas en la adolescencia?
Juan Pundik: Para nada. Eso no es así.
XL: ¿Puede demostrarlo? ¿Hay estudios sólidos que avalen sus críticas? Se lo digo porque no parece haberlos y los pocos que hay son los hechos por la Cienciología (crítica con la psiquiatría en general). ¿Cómo se explica esto?
Juan Pundik: Hay estudios, aunque todavía no de sus efectos a largo plazo, pero es que no hay más que leer los prospectos. En ellos, por ejemplo, se indica como posibles efectos secundarios vértigo, dolor de cabeza, insomnio, náuseas, nerviosismo, palpitaciones, reacciones cutáneas y alteraciones de la presión arterial. El mismo prospecto, insisto, advierte de que su uso puede generar dependencia de tipo anfetamínico. Un dechado de virtudes…
XL: ¿Cree usted que se impondrá la medicación a los niños?
Juan Pundik: Veremos. De momento, el movimiento internacional viene funcionado. Y en México hemos conseguido que el Parlamento dicte una ley por la cual se abrirá un expediente a todo colegio o docente que indique la necesidad de medicar a un menor y derivarlo a un médico por problemas relacionados con su aprendizaje. Los profesores no pueden indicar a los padres que los niños deben ser medicados. Mire, hace 30 años lo normal era pegarle a un niño y en los colegios estaba autorizado. Hemos conseguido que ya no sea así. Ahora vamos a por la medicalización[2].
Fuente: Entrevista concedida al suplemento dominical XLSemanal.
[1] Comentario a propósito de este tema de Gabriela Dueñas:“En todo caso, y en algunos casos, puede tratarse de un “síntoma”, que alude alguna problemática que requiere ser indagada. En eso consiste un auténtico diagnóstico, en investigar las distintas variables inter actuantes que puedan estar dando cuenta de su aparición. Sin descartar lo biológico, es inadmisible no considerar las historias y condiciones de vida y escolarización de aquellos niños que las manifiestan. Ninguna problemática humana puede explicarse simple y linealmente por una “supuesta” deficiencia neurológica o genética (para la que ni siquiera se presentan pruebas, ni por imágenes, ni de laboratorio), etc.”
[2] Comentario a propósito de este tema de Gabriela Dueñas: En Argentina, a partir de la Reglamenación de la Ley Nacional de Salud Mental 26657, hemos logrado que a través CONISMA, en 2014, se elabore un Documento que fuera oportunamente distribuido en todas las Jurisdicciones Educativas del país que establece Políticas y Acciones específicas del Estado Nacional para el Resguardar los Derechos y la Salud de los niños, niñas y adolescentes, a través de una serie de lineamientos explícitos, especialmente dirigido a las escuelas, a los docentes de todos los niveles, y que tiene como propósito frenar el avance de la patologización y medicalización de las infancias.