SEMANA DE CINE ITALIANO 2017

Por Rubén Cusati

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Las mafias italianas dieron y siguen dando origen a innumerables obras cinematográficas y literarias, tanto ensayísticas como de ficción. Como cualquier género ha producido tanto obras maestras (El Padrino, por ejemplo) como otras olvidables.

La Cosa Nostra surgió en Sicilia y fue la mafia más importante hasta los ´80, la Camorra es napolitana y su creación data de la mitad del siglo XIX y la N´drangheta calabresa, la que más ha crecido y lidera actualmente la recaudación “legal e ilegal”. La cuarta y más joven, la Sacra Unitá, se desarrolló en la región de la Apullia sobre el Adriático y hoy está desplazando a la siciliana del tercer lugar en las recaudaciones. Todas ellas no se han quedado quietas y se hallan afincadas en casi todas las ciudades italianas, en Europa y en el mundo. El crecimiento de la N´drangheta se basa en el narcotráfico y en sus ramificaciones en Colombia y México.

Este film es otra película italiana sobre la mafia y sabemos que, en este género, vale todo. En esta película, la ambientación (y el dialecto que hablan los personajes) napolitana nos dice que se trata de la Camorra.

Riccardo Scamarcio es Pericle y también el productor de la película, un modo bastante actual de producción que defino como “cine de actor”, es decir seducido por un personaje el actor pone el dinero para poder actuarlo. La otra productora es Valeria Godino también actriz de vasta experiencia.

Pericle, de oscura identidad familiar que se develará al final, trabaja  para Don Luigi, un capo mafia de una de las dos familias que dominan la región. Su oficio consiste literalmente en sodomizar a la gente por orden de Don Luigi cuando alguien molesta. También oficia de actor porno.

Un día, al intentar cumplir un “encargo” mata, aparentemente, a la hermana del otro capo mafia por accidente. Para evitar una guerra entre familias debe escapar y huye hasta Calais donde, en una panadería conoce a Anastasia (Marina Foïs), separada con dos hijos que le da el alojamiento necesario para evanescerse.

Allí en “cuarentena” encuentra por primera vez en su vida alguien que lo toma en serio y empieza a saborear algo que siempre quiso: una familia.

Traicionado por su primo, vuelve a Nápoles e intenta ajustar cuentas para regresar a Calais.

No podemos evaluar la nominación al mejor guión adaptado porque no leímos la novela de G. Ferrandino de la cual parte que en su primera edición en Italia pasó desapercibida pero que años más tarde publicada en Francia por Gallimard fue reeditada en Italia con gran éxito.

Al elegir narrar la historia desde un marginal de la mafia, con las dos familias típicas en pugna, parecería que la obra está desactualizada pues en la actualidad los hilos del poder mafioso pasan por holding internacionales y atildados abogados o ingenieros que ocupan puestos claves en las instituciones privadas de los países e, incluso, llegan a formar parte de los propios gobiernos. Don Luigi y sus pizzerías son del siglo XX, no ya del siglo XXI.

La elección de este personaje sugiere que se pretende escandalizar con fuertes escenas de sexo o de violencia en las que el género permite que “valga todo”, pero la realidad es que interesa poco lo que le ocurre o le ha ocurrido a Pericle.

Solamente rescatamos una escena en la que frente al mar en una playa vacía de invierno Pericle llora solitariamente su angustia y a lo único que atina es a salir a matar sin causa a cualquiera que se le cruce. Esa ira contra la sociedad que lo ha condenado desde su nacimiento que justificaría su historia queda ahí sin resolución para volcarse en el final a conseguir el dinero para poner una panadería con su ¿amor? de Calais.

Un film no recomendable para espíritus sensibles o profundos.